El nivel educativo de las familias, a menudo
relacionado con la situación económica, es una fuente de discriminación en la
escuela. Pero a diferenci
a del racismo o el sexismo, pasa muchas veces
desapercibido. ¿Cómo surge y qué consecuencias puede tener?
Foto: Pexels
La primera vez que Lance Fusarelli puso un pie en
un campus universitario, se sintió rodeado de gente que parecía saber más que
él sobre sociedad, urbanismo y "todo lo que era diferente".
Él atribuye esas diferencias a su educación. No
creció en la pobreza, sino en un pueblo de clase trabajadora de una pequeña
zona rural de Pensilvania, Estados Unidos, pero fue el primero de su familia en
ir a la universidad.
Su madre se quedó embarazada y tuvo que
abandonar la escuela, y su padre trabajó en una mina de carbón desde la
adolescencia. Vivió en un entorno en el que pocos estudiaban más allá de la
secundaria.
Fusarelli cuenta ahora con una buena educación y es
profesor y director de programas de posgrado en la Universidad Estatal de
Carolina del Norte.
De vez en cuando, recuerda cómo se sintió en
aquellos primeros días, cuando un compañero corrigió de manera inocente su
gramática imperfecta: "No pretendía ser ofensivo, éramos buenos amigos,
simplemente creció en un ambiente diferente".
Aunque Fusarell ascendió en el mundo académico a
pesar de su pasado, sus experiencias ponen de relieve la división social que
existe en la educación.
Quienes tienen menos educación debido a su
desventaja social sufren un sutil,pero profundo sesgo.
Un estudio publicado recientemente en el Journal
of Experimental Social Psychology (Revista de Psicología Social
Experimental) llamó a ese fenómeno "educacionismo" y, por
primera vez, halló evidencias inequívocas de lo que Fusarelli y muchos otros
llevaban tiempo sospechando: las personas que reciben más educación tienen
sesgos implícitos hacia quienes reciben menos.
Y eso tiene consecuencias desafortunadas e
indeseadas, que a menudo provienen de la brecha entre ricos y pobres.
"El racismo de la
inteligencia"
Es un problema de "nivel social" que crea
una división significativa. "Necesita ser abordado", explica Toon
Kuppens, de la Universidad de Groningen, Países Bajos.
La idea de que la gente tiene prejuicios hacia
quienes recibieron menos educación no es nueva.
En los 80, el sociólogo francés Pierre
Bourdieu lo llamó el "racismo de la inteligencia... de la clase
dominante", la cual serviría para justificar su posición en la sociedad.
Bourdieu dijo que el sistema educativo fue
inventado por las clases dominantes.
La educación también sirve para dividir a la
sociedad de muchas maneras. Los niveles educativos más altos están vinculados a
mejores ingresos, salud, bienestar y empleo.
El estatus educativo también revela divisiones
políticas. Aquellos que tienen calificaciones más bajas, fueron más favorables
a la hora de votar que Reino Unido abandonara la Unión Europea, por ejemplo.
Pese a todo, raramente se confronta el tema,
dice Kuppens, aunque existen numerosos estudios sobre prejuicios por género,
etnia y edad.
Kuppens y sus colegas hicieron una serie de
experimentos. Preguntaron a varias personas cómo se sentían hacia otras, pero
también les hicieron preguntas indirectas sobre los trabajos y la formación
académica de varios individuos.
Los resultados fueron claros: las personas con un
mayor nivel educativo son mejor aceptadas por todos, y además no son
"inherentemente más tolerantes" hacia los menos educados, como
normalmente se cree, dice Kuppens.
Es más, según el especialista, una de las razones
por las que existe sesgo es que el nivel educativo se percibe como algo
que la gente puede controlar.
La tiranía de la meritocracia
Los bajos niveles educativos están ligados a la
pobreza .Quienes provienen de entornos pobres, rápidamente quedan por detrás de
sus compañeros de colegio y muy pocos van a la universidad.
Y está cada vez más claro que hay razones complejas
detrás de este fenómeno.
Jennifer Sheehy-Skeffington, de la London School of
Economics, Reino Unido, dice que la falta de recursos es
"psicológicamente restrictiva".
También sostiene que hay una sensación de estigma y
vergüenza que crea una baja autoestima, un patrón que, asegura, es más probable
que ocurra enideologías meritocráticas, donde los logros de los individuos son
vistos en base a su inteligencia y trabajo duro.
La pobreza afecta incluso a la toma de decisiones.
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garantizar los derechos de niños
"Las habilidades cognitivas que se necesitan
para tomar buenas decisiones financieras no están fácilmente disponibles cuando
uno se enfrenta el estrés de darse cuenta de que lo está haciendo peor que
otros", dice Sheehy-Skeffington.
Eso no significa que los procesos mentales se
bloqueen, sino que los individuos se enfocan más en las amenazas del presente
que en concentrarse en esa tarea.
En su análisis sobre la psicología de la
pobreza, Sheehy-Skeffington descubrió que aquellos con pocos ingresos tienen
una menor sensación de control sobre su futuro: "Si piensas que no puedes
controlar tu futuro, tiene sentido invertir la poca energía o dinero que tengas
en mejorar la situación actual".
Este tipo de trabajos revelan un ciclo difícil
de romper.
El buen rendimiento mental se ve afectado cuando
enfrentamos dificultades financieras, y cuando existen esas dificultades, la
capacidad para planificar el futuro y tomar decisiones importantes también se
ve afectada negativamente.
Y eso se refleja en el sistema educativo; quienes
viven enfocados en el presente tienen menos incentivos para tener un buen
desempeño en la escuela o pensar en educación superior.
Pero un equipo de investigadores fue más allá,
argumentando que el sistema educativo está "motivado para mantener
el status quo", donde los hijos de padres con alto nivel
educativo van a la universidad, y los hijos de quienes recibieron menos
educación ingresan a cursos de formación profesional y otros certificados de
aprendizaje.
Esto fue mostrado en un estudio de 2017 liderado
por el psicólogo Fabrizio Butera, de la Universidad de Lausana, en Suiza. Su
equipo demostró que los "examinadores" puntuaban menos a individuos
cuando les decían que el alumno provenía de un entorno menos privilegiado.
"Perpetuar el status quo es
una forma de mantener el privilegio de esas clases", dice Butera.
"Daños ocultos" y posibles
soluciones
Incluso si los individuos de una clase trabajadora
llegan a la educación superior, a menudo tienen que "descartar partes
originales de su identidad para poder moverse socialmente", explica
Erica Southgate, de la Universidad de Newcastle, en Australia.
La investigadora ha estudiado los estigmas a los
que se enfrentan los individuos que se convierten en los primeros de su familia
en estudiar educación superior, y descubrió que en materias como medicina
prevalece la presunción, por parte de los alumnos, de que todos provienen de un
entorno social similar.
"No se trata tanto del estigma evidente, sino
de los daños ocultos de la clase social que siguen emergiendo".
Pero entonces, ¿qué podría romper la brecha
educativa?
Las formas de calificar pueden ser determinantes.
El equipo de Butera demostró que entregar a los niños los resultados de los
exámenes reduce la motivación.
Y sin puntajes calificados, se reduce también la
comparación social, que a menudo afecta al rendimiento, de acuerdo con el
trabajo de Sheehy-Skeffington.
Si se aportan comentarios detallados sobre cómo
mejorar, en lugar de dar simples notas, uno puede "enfocarse en la
evaluación como una herramienta de educación" y no de selección,
explica Butera.
En otras palabras, los niños aprenden a ampliar sus
conocimientos, en lugar de aprender a superar los exámenes.
"Una solución viable es crear un entorno en
donde la evaluación forme parte del proceso de aprendizaje", señala
Butera. "Esto parece reducir las desigualdades de género y clase social, y
promover una cultura de solidaridad y cooperación".
Para Fusarelli, lo más importante es que tanto
padres como profesores esperen lo mejor de los niños a una edad temprana para
reforzar la idea de que "pueden hacerlo y ser exitosos".
Pero los sesgos del sistema educativo no van a
desaparecer de un día para otro. Es más, la mayoría de nosotros ni siquiera nos
daremos cuenta de que existen.
La actitud meritocrática de que quienes trabajan
duro tendrán éxito sigue siendo dominante, a pesar de las pruebas que
demuestran que hay muchos factores que exceden al control de las personas que
pueden obstaculizar su potencial.
Y, por desgracia, son aquellos que están mejor
educados —y quienes deberían ser sensibles con la discriminación— quienes
pueden beneficiarse —a menudo sin ser conscientes de ello— de la misma
desigualdad que contribuyen a crear.
Recuperado de: http://www.semana.com/educacion/articulo/que-es-el-educacionismo-la-sutil-forma-de-discriminacion-que-nos-marca-desde-ninos/556888
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