Por
Julián
De Zubiría analizó la situación hipotética de un ministerio de educación en
manos del exprocurador Alejandro Ordóñez; según él, algo muy posible en caso de
que Iván Duque y el Centro Democrático ganen las próximas elecciones
presidenciales.
Alejandro Ordóñez:
¿Próximo ministro de educación?
El 7 de septiembre de 2016,
Alejandro Ordóñez, el entonces procurador de la nación, fue destituido por el
Consejo de Estado después de encontrar graves elementos de corrupción en su
reelección: Pagó con contratos en el ministerio público a familiares de los
magistrados que lo ternaron. En términos coloquiales, eso significa, ni más ni
menos: “yo te elijo, tú me eliges”.
Ordóñez utilizó la Procuraduría
esencialmente como plataforma política para su campaña a la presidencia. De
allí que fue especialmente duro en la persecución de sus potenciales enemigos
políticos, siendo muy sonadas las destituciones de Gustavo Petro, Alonso
Salazar y Piedad Córdoba.
Sin embargo, estos procesos
posteriormente tuvieron que ser revertidos por el Consejo de Estado y pagadas
cuantiosas indemnizaciones al demostrarse la inconstitucionalidad que los
cubría. Por el contrario, casi nada hizo ante el mayor escándalo de corrupción
visto en América Latina en la última década: Odebrecht. Los funcionarios hoy
detenidos, fueron absueltos en su momento por el Procurador. Algo muy similar
sucedió con el gravísimo escándalo de Reficar, tema en el que no se avanzó ni
un milímetro, a pesar de los gigantescos sobrecostos demostrados.
Comprender el pensamiento de
Ordóñez requiere estudiar algunas de las tesis políticas y religiosas del
medioevo. Para comenzar, dedicó su tesis de grado a la Virgen María
"suplicándole la restauración del orden cristiano y el aplastamiento del
comunismo ateo". Su mentor espiritual había dicho: “No se puede dialogar
con los masones o con los comunistas, ya que no se dialoga con el diablo”.
El ex procurador, seguidor de
Moseñor Lefebvre, considera equivocado que el público escuche la misa en un
idioma en el que pueda entender lo que está diciendo el sacerdote y rechaza las
modificaciones que fueron introducidas en el Concilio Vaticano II, convocado
por Juan XXIII y clausurado por Paulo VI en 1965.
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ni la fuerza pública
Ordóñez participó recientemente
en la consulta del Centro Democrático porque está interesado en ejercer el
poder y su aspiración es clara: ser ministro de Justicia o de Educación en un
eventual gobierno de Iván Duque y Álvaro Uribe. El primero le interesa para
implementar la asamblea constituyente que vienen preparando con el fin de
concentrar todos los poderes en un solo partido político, tal como ha sucedido
recientemente en Venezuela; el segundo lo desea personalmente, ya que quisiera
ser reconocido como quien logró desmontar la supuesta “ideología de género”,
que, en términos de los sectores ultraconservadores contrarios al Papa,
pretende destruir a “la familia” y “descristianizar a la sociedad”.
En las siguientes notas
reflexionaré en torno a lo que podría significar un ministerio de educación en manos
de un personaje político que, como Alejandro Ordóñez, desconoce la diversidad y
reconfiguración de las familias actuales.
Hablar de “una sola familia”,
implica desconocer la historia. Hoy, tan solo el 8% de los niños estadunidenses
y el 30% de los colombianos viven en hogares conformados por padre, madre y
hermanos. Las familias actuales son muchísimo más diversas y flexibles, ya que
existen familias sin hijos, de jóvenes que viven solos; de padre y madre del
mismo género o conformadas por hijos “tuyos, míos y nuestros”, entre muchas
opciones.
Cuando la directora de RCN
radio le preguntó al ex procurador “¿A usted no le parece que quemar
libros atenta contra el pensamiento libre y la democracia?”, Ordóñez no dudó en
responder: “Es un acto pedagógico. Ahora construiré políticas públicas”.
La periodista se refería a la
quema de libros que el ex procurador había encabezado el 13 de mayo de 1978 en
Bucaramanga. Libros de Rousseau, Marx y García Márquez fueron retirados de la
biblioteca Gabriel Turbay en Bucaramanga y quemados en la plaza pública por su
carácter “diabólico” y por “envenenar el alma de las juventudes con las ideas
del libertinaje”. El ex procurador se refería a sus ambiciones políticas.
Resultaría una paradoja tener
un ministro de educación que considera un “acto pedagógico” la quema de libros.
Sin duda, Ordóñez retiraría de las bibliotecas los textos de algunos de los
grandes pensadores políticos, científicos y artistas, los cuales, según su
criterio, están “dominados por las ideas del libertinaje político”.
Al mismo tiempo reimprimiría y
regalaría en los colegios oficiales ejemplares del manual sobre urbanidad y
buenas costumbres, escrito por Manuel Carreño y publicado en 1853, además del
catecismo del Padre Astete, escrito en 1599.
Obviamente, durante su mandato
no se hablaría de la formación de la autonomía, la creatividad y el pensamiento
crítico, algunos de los desafíos más importantes de la educación actual, pero
los cuales resultan excesivamente liberales dada su visión fanática y
excluyente de la religión y la vida.
En su concepto ante la Corte
Constitucional, el ex procurador manifestó que establecer la cátedra de
educación sexual generaría “consecuencias indeseables,
como el incentivo de la curiosidad hacia las conductas sexuales y aceleraría de
manera inconveniente el inicio de la vida sexual de niños y adolescentes”.
Mientras tanto, el país cuenta con Luis Miguel Bermúdez, uno de los diez
mejores profesores del mundo, quien, gracias a sus excelentes cátedras de
educación sexual, ha podido eliminar los embarazos de niñas menores de edad en
un colegio público de la localidad de Suba.
Otra paradoja sería que
tendríamos un ministro que rechazaría dichas cátedras. La consecuencia sería
dramática para la vida de ellas y de los menores que engendran sin que ellas
terminen de criarse. El 18% de las jóvenes entre 14 y 19 años está o ha estado
embarazada. Así mismo, el mayor número de denuncias sobre violaciones se
presenta para niños entre los 5 y 9 años y de niñas entre 10 y 14 años. ¿Habrá
que esperar a que los violen o a que ellas queden embarazadas para iniciar su
educación sexual?
Sin embargo, su arremetida ante
lo que hemos logrado en las últimas décadas no terminaría allí. En su programa
público, el ex procurador ha dicho que la educación oficial ha fracasado y que
por ello habría que entregarla a manos privadas. Según esta tesis, el Estado
debería reconocer un “bono estudiantil”, para
que los padres elijan libremente en dónde quieren invertir el dinero.
Es la misma tesis que está
aplicando Trump en Estados Unidos con la Secretaria de Educación, Betsy Devos,
quien también afirma que la educación pública es “un monopolio, un callejón sin
salida”. La pretensión es muy clara, pero contraria al ideario liberal y
democrático: destruir la educación pública y fortalecer la privada.
Es la misma tesis que
implementó Uribe cuando abandonó los colegios oficiales rurales y elevó la
desigualdad frente a los privados; la misma que quiso implementar el primer
gobierno de Santos, cuando intentó establecer el “ánimo de lucro en la
educación superior”, y la misma que llevó a cabo durante su segundo gobierno,
bajo el pomposo nombre de “Ser pilo paga”. Como puede verse, en educación no
hay ninguna diferencia entre lo hecho por Uribe, por Santos y lo que piensa
hacer el Centro Democrático, si llegase nuevamente al poder.
Pero su ataque sería mayor ante
los principios que subyacen a la Constitución de 1991, particularmente a los
que tienen que ver con el libre desarrollo de la personalidad y la libertad de
cultos. De ser posible una reforma constitucional que debilitara la división de
poderes y la separación entre la iglesia y el Estado, con seguridad
establecería que en los colegios oficiales se pudieran llevar a cabo ceremonias
religiosas, atentando con ello contra la libertad religiosa; e impondría
“normas de buenas costumbres en el vestir para niños y niñas”, violando de paso
el libre desarrollo de la personalidad y persiguiendo a las poblaciones
minoritarias.
De seguro, su pretensión
también sería prohibir expresiones de afecto entre los jóvenes en los colegios,
tal como públicamente ha manifestado, y actividades como el Festival
Iberoamericano de Teatro, ya que algunos actores “se desnudan y simulan
relaciones sexuales delante del público”.
Alejandro Ordóñez es un
personaje político más propio del siglo XIX. Sus tesis se encuentran en algunos
de los debates clásicos en el medioevo. Sin embargo, lo que debe preocuparnos
no son sus propuestas, sino que en un país, en pleno siglo XXI, esté muy cerca
de retornar al poder el partido político con el cual se alió el ex procurador
en los últimos años.
Hubiera preferido que una nota
sobra la posibilidad de que un personaje como Alejandro Ordóñez llegara al
ministerio de educación, fuera escrita por la creativa pluma de sátira política
a la que nos tiene acostumbrados Daniel Samper en la Revista Semana. Pero,
desafortunadamente, como dice uno de los autores de lectura prohibida por el ex
procurador: “La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la
segunda como comedia”. Lo verdaderamente triste es que sería una comedia que
seguiría debilitando el derecho y la calidad de la educación en el país.
¿Será que hay personas en
Colombia que creen que en realidad el ex procurador efectivamente impulsará la
renovación política y la lucha contra la corrupción en el país? ¿Será imposible
detener la tragedia de ver a un pensador decimonónico al frente del ministerio
que está llamado a impulsar el desarrollo nacional en el siglo XXI?
La esperanza nunca debe
perderse. Ni siquiera después de tener que revisar, para escribir esta columna,
las tesis filosóficas, pedagógicas y políticas de un personaje como Alejandro
Ordóñez, hoy próximo ministro de educación en un eventual gobierno de Iván
Duque.
Recuperado de: http://www.semana.com/educacion/articulo/alejandro-ordonez-proximo-ministro-de-educacion/562228
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